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lunes, 29 de marzo de 2021

 

Vetusta en los años treinta: Oviedo ha sido siempre una gran ciudad, hospitalaria y acogedora

29 de Marzo del 2021 - Ricardo Luis Arias

Oviedo, en donde nació uno en 1919, es una ciudad acogedora y hospitalaria además de histórica, porque lo son y lo han sido siempre sus cultas gentes. Ayer, estábamos en el grandioso medio rural asturiano recordando a unos paisanos que hicieron historia en él con humor y hombría de bien. Pues bien, hoy lo vamos a hacer en la capital del Principado recordando a unas personas que hicieron historia ciudadana, también con la mejor hombría de bien, lamentando que muchos nos van a quedar en el tintero, porque todo lo que contamos y recordamos es lo que logramos extraer de nuestro centenario ordenador cerebral, el que tenemos debajo del pelo. Bueno, pulsamos el ratón que es hacer girar nuestra oreja derecha (la izquierda queda de repuesto) y las “meninges” entran en funcionamiento a ritmo acelerado. Nos referimos, claro, a las meninges cibernéticas. Y arriba el telón.

Se puede decir que la República y el cine sonoro vinieron de la mano a este carpetovetónico país, con el asombro y cambio que ambos supusieron. En cuanto al cine, los niñatos lo recibimos con júbilo y alegría porque en la película de vaqueros, que eran nuestra debilidad, los tiros y los disparos se oían de verdad, como el galopar de los caballos y los gritos de guerra de los indios pieles rojas. Apoteósico. Recuerdo que la primera película del Oeste que vimos creo que se titulaba “Humo y pólvora”, que nos hizo saltar en los asientos. Para los mayores, tenían “La ley del harén”, una opereta, protagonizada por la famosa diva Jeanet Maddomalt y el no menos famoso cantante José Mojica, mexicano, que abandonó un día su vida gloriosa en el cine para hacerse un fraile franciscano. Por cierto que en un año jubilar que no recuerdo vino a Santiago con el Orfeón Infantil Mejicano y cantaron en la catedral compostelana. Fue un grandioso acontecimiento.

En cuanto a la película “La ley del harén”, de un verdusco nunca visto en el cine y además sonoro, hizo que los confesionarios de las iglesias de Oviedo dejaran un tufo a azufre tremendo. Por aquel entonces coincidió otro gran acontecimiento como lo fue el Circo Crone, conceptuado como el mejor del mundo, que hizo completas y fabulosas aquellas fiestas de San Mateo, en las que hubo de todo, al cual mejor. Y lo mejor fue el Circo Crone, cuyo señuelo y publicidad fue apoteósico. Con indios de verdad, vaqueros y Búfalo Bill, todos a caballo, a tiro limpio por toda la calle Uría, convertida en una ciudad del Oeste americano. Luego cerró el espectáculo publicitario el dueño del circo y su mujer en un carruaje tirado por dos cebras y un tigre entre los dos, como si fuera un perro. Naturalmente, los llenos en el circo eran diarios. De aquella no quedó bicho, gato ni perro en Oviedo, y otro tanto ocurrió en sus pueblos limítrofes con otros animales, sobre todo burros. Todos terminaron en los vientres de tigres y leones.

En Vetusta siempre se practicó el deporte, comenzando con aquel gran Real Oviedo, recordando entre otros famosos jugadores al portero Óscar, al chutador Lángara y a Herrerita. Y del fútbol y otros deportes nos quedamos con el montañismo, que es lo nuestro, lo que nos obliga a citar al G. M. Vetusta, fundado después de aquella guerra fratricida que tanto dolor, muerte y destrucción dejó en esta querida ciudad nuestra, que resurgió de sus propias cenizas para convertirse en la moderna y hermosa urbe que es hoy. Los primeros montañeros que dieron vida al Vetusta, y que mi centenario ordenador cerebral trata de recordar, son el elegante Paco Alonso, su primer presidente; Ramonín, secretario; el artífice de Pedro Álvarez Horacio Rivero; Paco Ruiz Tilve, Feleches, Luis Arana, “Cochise”, y el tirolés Luis Pascual, un buen alpinista al que un día se le ocurrió hacer un rapel desde el alto balcón de su casa a la calle, todo un acontecimiento que congregó un gran gentío que paralizó hasta la circulación rodada. Buenas escaladas hemos hecho con Pascual.

El G. M. Vetusta tuvo un gran cambio y auge con un hombre ejemplar y excelente persona que fue Jesús Quintanal, vasco, que acababa de ser designado presidente de la entonces Caja de Ahorros de Asturias (en la que desarrolló un cambio tremendo, social y económico, que no se le reconoció cuando se fue, más bien todo lo contrario), cuya presidencia compartiría luego con la del Vetusta, al que catapultó a tal altura deportiva y montañera que llegó a ser entonces uno de los mejores de España y posiblemente hasta de Europa.

Sí, Oviedo ha tenido siempre famosos personajes y los vamos a representar en uno porque era un verdadero ovetense enamorado de su ciudad, que recorría y paseaba a diario, sobre todo su calle Uría. Y ese personaje era Cayetanín, pequeñín él, pero grande por su hombría de bien y su no menos cariño por Oviedo. Cayetanín era elegante, vestía impecablemente, con sombrero, y un fino bastoncillo que le convertía en un pequeño gentleman. Cayetanín es historia y olvido. Este pequeño y gran ovetense tenía que haber sido recordado de alguna manera, porque era parte de su ciudad, que él llevaba hasta en su alma. Gracias, Cayetanín.

Y, finalmente, vamos a recordar a esos amigos que hicieron historia en nuestra querida ciudad. Son cinco, todos comprometidos en una ejemplar andadura humana. He aquí sus nombres: los hermanos Manolo, Jesús y Urbano B. Arboleya; Luis Amor y Andrés Tresguerres. Sin ejemplaridad alguna, uno hacía el número seis. Luis Amor y los hermanos Arboleya eran vecinos de puerta con puerta en el edificio que vivían en la calle Uría, que era nuestra calle, alegrada siempre por el tranvía amarillo con sus timbrazos. Aquel tranvía, que es también historia de Oviedo, solíamos cabrear al conductor montando en marcha y apeándonos de igual manera. El lazo fuerte de la amistad nos unía a los seis, que nos considerábamos como mosqueteros, todos para uno y uno para todos. Oviedo era nuestra Gascuña.

De los hermanos Arboleya, Urbano era el benjamín y el más alegre y divertido y tenía amigos por todas partes, porque por todas partes sembraba afecto y simpatía. A diferencia de sus hermanos, hizo solo el Bachiller y se dedicó a los negocios comerciales, y vivió mucho mejor que Manolo y Jesús con sus carreras, en las que destacaron por su profesionalidad; el primero como ingeniero químico, realizó importantes inventos y en Alemania dejó bien alto el pabellón español; en cuanto a Jesús, que hizo Derecho, tuvo un alto cargo en la Audiencia Provincial. Luis Amor, que hizo Medicina, llegó a ser un gran médico, querido por sus pacientes, dada también su bondad. En cuanto a Andresín Tresguerres, un mosquetero encantador, cursó estudios de Ingeniería de Minas en Madrid y luego encauzó su vida por otros caminos. El padre de este buen amigo, don Andrés Tresguerres, ingeniero de Minas, estuvo en la Hullera Española y fijó su residencia en Caborana (Aller). Bueno, en cuanto al mosquetero que esto relata, la guerra fratricida destrozó su vida, estudios y porvenir y, con este trauma a cuestas, me coloqué también en la Hullera Españaol, y años después, al fundar una familia, volví a coger los libros y conseguí alternar el trabajo de la empresa con el de profesor de Instituto de Bachillerato.

Creo haber demostrado que estos queridos amigos han hecho historia dentro de la gran historia de Oviedo. Ya no están con nosotros. Los cinco son historia ahora en la eternidad. Paradójicamente, uno, que era el mosquetero de más edad, aquí sigo en este pandémico mundo, perdido en los recuerdos, que son muchos en mi bagaje humano, en el que estos cinco mosqueteros ovetenses ocupan un destacado lugar.

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