LAS
APARICIONES DEL ESCORIAL UN EMBUSTE
Venían de todas partes de España con sus
cantarillos para llenarlas en el aljibe bajo el fresno de las apariciones. Un
grupo muy numeroso portaba el estandarte de la Santina oriflama en azul en la
que ponía Asturias con María. Venían desde diversos puntos del principado a la
sabatina haciendo un gran esfuerzo.
Constituyó un verdadero acontecimiento de
masas tan importante como Lourdes y Medjigore en Yugoslavia o La Salette en las
dos últimas décadas del pasado siglo. Me da pena y tristeza redactar este envío
yo fui un apasionado seguidor de aquellas tenidas me refugié bajo el fresno de
las supuestas apariciones huyendo de las persecuciones de las que fui objeto,
fui suspendido de empleo y sueldo. Siempre fui un devoto de la Virgen
intercesora. Con mis idas y venidas a Prado Nuevo esta devoción a Nuestra
Señora se fortaleció. Conocí allá a las buenas mujeres las que acompañaron a
Jesús en la crucifixión y no se llamaban María ni Salomé ni María de Cleofás se
llamaban Aderita (con la que trabé una fraternal amistad mientras nos reuníamos
para pedir por la curación de su hermano Eusebio) y Tina de León o Julio y su
bella esposa que venían de Albacete, pero la vidente me resultó una pobre
mujerzuela posesa por un afán de publicidad que necesitaba no sé cuantos
exorcismos. Los diablos andaban por allí y he de confesar (tengo escrito un
libro al respecto) que vimos portentos fenómenos extraños en el firmamento,
recuerdo una noche de luna muy clara que pasamos unos cuantos rezando al pie
del fresno y de pronto se esparció por el lugar un perfume exquisito brilló una
luz que al punto se apagó.
Luego aquello se convirtió en un ferial,
un mercado y desde entonces o creo en las apariciones, pero sí que creo en la
gente, en el buen pueblo de Israel abandonado por los príncipes de los
sacerdotes traicionado por los curos y por los obispos pero que no ha perdido
la fe en Jesucristo[ap1] pero aquella voz
gangosa, aquellos suspiros y jadeos de la veora (todos los jueves milagros
e hilo directo con el cielo) aunque por dicho de eso si uno lee la Biblia nos
damos cuenta de que Yahvé habló a Saul y a David diciéndoles lo que tenía que
hacer.
Sin embargo, aquellas subidas bajadas me
ayudaron a entender un poco el lenguaje del señor en medio de la persecución y
del dolor. Tomé mi cruz y me convertí a la religión ortodoxa desde aquel fatal
domingo ▬ yo escuchaba las misas solemnes por radio Vaticano▬ cuando unos judíos
increpaban en la Plaza de San Pedro al papa reinante Juan Pablo II mostrando en
la explanada una bandera enorme de Israel amenazando y fueron suprimidas las
emisiones en rito bizantino.
Todo dio un vuelco y el sionismo se
instaló en la cátedra de San Pedro. Muchos temían que el pontífice polaco les
estuviera corriendo la silla a los padres del Vaticano II todos ellos seglares
franceses con su maximalismo haciendo repicar por todas las iglesias de la
cristiandad las campanas del Antiguo Testamento. Vinieron las lenguas vernáculas
y el arrancamiento de una piedad y de una liturgia que se tachaban de
obsesiones medievales en contra de la modernidad.
La SRI todavía se está resintiendo de
aquel seísmo, si comprobamos los seminarios vacíos, las congregaciones parroquiales
que menguan o la politización de las conferencias episcopales. Lo digo yo en
aquel libro que no he publicado sobre mis experiencias escurialenses el
diagnóstico para la espiritualidad de nuestro tiempo era la acrocefalia una
cabeza enorme (la curia romana) y unos miembros muy raquíticos sin voz ni voto,
aunque el jefe de los obispos ese abulense que sé como se llama tenga una
cabeza que no sé si será portadora de valores eternos pero es un buen cráneo encefálico.
Por eso digo y sostengo que en estos
extraños fenómenos del Escorial de los cuales fui testigo y he dado testimonio
hay más cera de la que arde. ¿Un aviso del cielo? ¿O un negocio del que se
aprovecharon algunos listillos?
Por poner en solfa estas dudas y mis
advertencias contra la superstición fui expulsado de aquel recinto y por poco
me pegan.
Amparo Cuevas nacida en un pueblo de Albacete
el Pesebre (era muy lista e intuitiva a pesar de ser analfabeta y trabajar de
fregona en casa de unos marqueses de la villa) dijo ver a la Virgen en Pentecostés
de 1981 poco después de que Juan Pablo II sufriera el atentado de Ali Agca del
que salió ileso atribuyéndose su indemnidad a la intervención de Nuestra Señora
de Fátima.
Aquel “hijos míos” … y aquellos
aspavientos con que nos daba el sonoro con sus mensajes a tiro fijo desde el
cielo calaban poderosamente en el alma sencilla de la gente.
Yo aquel verano subía al Escorial a veces
en autobús a veces en bicicleta y capté con mi cámara pentax muchas instantáneas
de lo que ocurría en aquellas sabatinas en los ámbitos de aquel vergel que era una
huerta por la cual paseaba Felipe II que en gloria esté
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